NO HAY OLVIDO
Autor: Ana María Rodas


1. Argumento:

Carlos un joven que busca la manera de deshacerse del arma con la cual asesinó a su padre, a causa de que esté individuo abusaba de su hermana desde que ella era muy joven, el veía como sucedía todo y no soportaba ver como el papá era capaz de violar a su propia hija, la mamá nunca se dio cuenta de esta situación, un día cuando el padre regreso del trabajo el joven arremetió contra él pero como nadie sabía lo que sucedía creyeron que estaba mal de la cabeza y lo internaron en un sanatorio de salud mental. Tiempo después el sale de este sanatorio y regresa a casa. Donde vuelve a toparse con la misma situación así que encuentra que el único motivo de su vida será hacer justicia a su hermana, matando a su propio padre. Elimina a su objetivo y se queda con su hermana por fin descansa de tantos celos y rabia que sentía hacia su padre.

2. Conflicto:
El deseo de asesinar al padre alimentado por odio y rencor por los abusos cometidos en contra de su hermana, también el deseo de tener a su hermana como mujer.

3. Secuencias:
La parte del inicio sería disfórica porque empieza de lo peor, que es cuando busca deshacerse del arma y que no lo incriminen, el final sería eufórico porque va mejorando en lo que en teoría sería lo mejor para él, logra eliminar a su padre y se queda con la hermana como lo deseaba, que aunque es un asesino logró su objetivo primordial y su tranquilidad y serenidad.
4. Oposiciones:
En todo programa narrativo las cosas se van oponiendo, por ejemplo:

Noche- día
Amor-odio
Miedo- valentía
Perspicacia- torpeza
Casa- sanatorio
Huir- volver
Ruido-silencio
Histeria- tranquilidad
Violar-respetar
Luna-sol
Felicidad-tristeza

5. Personajes:

Personajes principales

Carlos-hijo
Linda-hija

Personajes secundarios

El Padre
La Madre
El doctor
La enfermera
Los empleados

6. Tiempos:

Este relato es intemporal ya que puede ser que haya ocurrido hace mucho tiempo o en la actualidad. No remarca alguna época específica.

7. Espacios:

La historia se ubica en una casa familiar común y corriente. El estudio de la casa, los dormitorios de los hijos. También una parte se desarrolla en el sanatorio de salud mental. Un parque. El lago de Atitlán en Sololá y las montañas de Quetzaltenango. Todos estos lugares fueron los espacios que conformaron este relato.

8. Lo denotado:

En este relato se denota el deseo de venganza, odio, celos, rencor, demencia. La lentitud de la madre por no darse cuenta de lo que sucede. El padre sin principios morales que abusa de su hija. El sufrimiento y deseo de justicia de Linda. El desorden psicológico de Linda por seducir a su padre y a su hermano para que abusen sexualmente de ella. El crimen atroz de un asesinato de hijo hacia padre.

9. Lo connotado:

Carlos sentía odio hacia su padre porque abusaba de su hermana, pero ella no era más que una mujer que incitaba al padre para que este abusara de ella sexualmente. Además ella fomentó en Carlos el deseo de venganza hacia su padre ocasionando que éste lo asesinará, luego ella igualmente conquista a su hermano para tener relaciones sexuales con él, y así llegan a ser felices (cometiendo incesto).

10. Propuesta ideológica:

Este relato es un llamado a la reflexión ya que muestra como hay familias en una sociedad que se han degradado a tal nivel en el cual ya no se respetan los lazos de sangre que existen entre sí. El abuso sexual por parte del padre hacia la hija, es un caso muy común por lo general cuando hay violaciones se dan entre la misma familia, el desorden mental que sufre la hija para provocar al padre para que este tenga relaciones sexuales con ella, y que al mismo tiempo es masoquismo por parte de ella porque no debe ser muy agradable sostener relaciones con el propio padre. El conflicto emocional del hermano que no sabe quién es culpable si su padre o su hermana.

Una mujer la que controla la situación y todos giran en torno a ella para bien o para mal logra su objetivo manipularlos para que hagan su voluntad, de una u otra forma, ella es la que sale ganando al final. (Por ello La posición es izquierdista.)
ENTREVISTA REALIZADA A ESCRITOR GUATEMALTECO
Nuestra Entrevista de semblanza realizada a un escritor guatemalteco, Hugo Cardona Castillo, a continuación datos biográficos de nuestro entrevistado así como el video respectivo.


HUGO CARDONA CASTILLO

Es originario de la Aldea El Rancho, Aguacatán, Huehuetenango. Es Perito Agrónomo, egresado de la Escuela Nacional Central de Agricultura, promoción 1975-1977; Ingeniero Agrónomo e Ingeniero Hidráulico por la Universidad de San Carlos de Guatemala; y, Doctor en Economía Agrícola y Ambiental, por la prestigiosa Universidad Estatal de Louisiana, Estados Unidos. Está casado con Olga González. Tiene cuatro hijos: Hugo Steven, Hugo Amadeus, Gretzia Gardenia y Hugo Galileo Cardona González. Es Escritor, Profesor Universitario y Profesor Emérito de la Escuela Nacional Central de Agricultura. Es miembro de la Asociación Nacional de Escritores y Amigos del Libro Nacional, desde 1996, y Tesorero el Centro PEN Guatemala.

PRINCIPALES PUBLICACIONES

 Más de un centenar de artículos técnicos científicos
 Columnista en el Sembrador
 Columnista en AGRO
 Columnista CERES
 Columnista AGRONOMÍA
 Columnista el Periódico
 Columnista La Nación
 Columnista La República
 Columnista Invitado The Sunshine
 Columnista Invitado Revista APG
 Libro de Poesía: Relicario de Remembranzas
 Novela: SOLEDAD

Doctor Hugo Cardona, muchas gracias por habernos concedido su valioso tiempo para la elaboración de esta entrevista que nos quedó muy bonita, y lo más importante que tiene datos que nos interesaban conocer sobre alguien tan importante como usted!!!


PRESENTACIÓN DEL POEMARIO PAÍS DESNUDO
POR GUSTAVO BRACAMONTE

En la Antesala de la Presentacion, nuestros queridos Licenciados.

Simplemente linda!!!














PAÍS DESNUDO

El pasado jueves 24 de septiembre se llevo a cabo la presentación del poemario “País Desnudo” del autor guatemalteco Gustavo Bracamonte. El evento tuvo lugar en el Centro Cultural Luis Cardoza y Aragón, en la Embajada de México.


El evento inició con la interpretación del músico Alejandro Arriaza, con el tema País de deseo, la apertura estuvo a cargo del Señor Armando Rivera, arrancaron con la lectura de poesía Víctor Hugo Majus, Javier Mesalles y por supuesto Gustavo Bracamonte.
A dicha actividad asistieron varios docentes de la Escuela de Ciencias de la Comunicación entre ellas Lic. Sergio Morataya, Lic. Luis Pedroza, Dr. Venancio Olcot entre otros. Así mismo estudiantes de diversas carreras y semestres de la escuela en mención.

La actividad se desarrolló de muy buena forma, muy ordenada e innovadora, precisa y breve. Al finalizar brindaron un coctel, pero como ya era muy tarde no lo tomamos. El poemario no lo compré porque no me gusta porque no me llamó la atención ese estilo, aunque no por ello dejo de reconocer que el Lic. Bracamonte escribe muy bien pero se entiende poco.


GRUPO GUATEMALTECO
"MALACATES TRÉBOL SHOP"



El baterista, Leonel Hernández


El trompetista, Jacobo Nitsch

El vocalista, Francisco Paéz





ENTREVISTA DE SEMBLANZA A "MALACATES TRÉBOL SHOP"



Los alumnos del segundo semestre de periodismo realizaron una entrevista de semblanza el pasado miércoles veintitrés de septiembre al Grupo Guatemalteco “Malacates Trébol Shop”, la cita tuvo lugar en el auditórium del Edificio T2 de la Facultad de Arquitectura de la USAC.


Cuando llegamos el lugar estaba abarrotado de gente, creo que la cantidad de personas que llegó fue más de lo que esperaban, pues casi ni nos dejaban entrar pero utilizamos nuestras influencias y “atributos”, Para convencerlos…. Y así fue como entramos, tuvimos que sentarnos en el suelo…. Porque ya no había lugar….


En dicha entrevista los estudiantes denotaron su inexperiencia en este género periodístico a pesar de ser ése su fuerte. Iniciaron con una explicación sobre la entrevista de semblanza, luego presentaron unas diapositivas con un poco de historia sobre el grupo entrevistado en esa noche.


Hubo mucha rotación de entrevistadores, aproximadamente diez alumnos realizaron preguntas sin sentido, lo que más me desagrado fue que el grupo está integrado por 3 personas, y al inicio se enfocaron solo en el vocalista Francisco Paez, le restaron importancia a los otros dos integrantes, considero que eso no estuvo correcto porque todos se merecen su lugar como tal.


En una parte Paez, el vocalista del grupo, hizo mención a que cuando se realizaba una entrevista de semblanza se debían preparar investigando sobre ello, para no demostrar inseguridad al preguntar, o sea, que si se dio cuenta que estuvo chueca la entrevista.


Es importante mencionar que cuando se van a montar eventos de esa talla, los docentes deben asesorar a sus alumnos para no pasar sin sabores de ese tipo, y que las actividades se desarrollen de la mejor forma posible.


Para concluir el cierre fue muy bueno, el Grupo Malacates Trébol Shop interpretó algunas de sus canciones con el apoyo de guitarra acústica, trompeta y maracas (o algo parecido), todos coreaban sus canciones y se armó un ambiente alegre.








MODERNISMO

Razón del término "Modernista"

El término "moderno" se utiliza para nombrar lo que sigue la "moda" de una época, es decir aquello que va de acuerdo con las tendencias de su tiempo. La iniciativa de dar este nombre al movimiento de América Latina partió de Rubén Darío, quien es un artículo sobre Ricardo Contreras publicado en Chile publicado en 1888, califico el estilo de este escritor mexicano como "expresión moderna". Dos años más tarde, en un comentario sobre una visita realizada a Ricardo Palma, empleo el término "Modernismo" para calificar el "espíritu nuevo" que movía a un grupo de escritores.

Durante un tiempo la denominación fue empleada de una manera peyoritativa, para referirse a la nueva generación de escritores llamándolos decadentes, amanerados y extranjerizantes. El modernismo no recibió el reconocimiento y el respeto publico hasta que Rubén Darío se acredito su legitimidad como movimiento estético con valores propios y con fuerzas renovadoras positivas.

Comienzos
El modernismo literario tuvo su origen en Hispanoamérica, entre los años 1880 y 1914, impulsado en especial por el poeta nicaragüense Rubén Darío.

Aquí en Hispanoamérica se registro una lenta pero creciente reacción contra las corrientes académicas y románticas, protagonizadas por varios y renombrados escritores como por ejemplo González Prada, Salvador Díaz Mirón, entre otros.

En el desarrollo del modernismo, es posible identificar los siguientes momentos:

Iniciación: La primera generación modernista (1882-1896). José Martí y Manuel Gutiérrez Nájera inician un trabajo de actualización de la lengua, principalmente en la prosa, aunque también en el verso, muy fijos al modelo español.

Culminación: En 1888, Rubén Darío publica su libroAzul. En esta época ya se habían realizado grandes innovaciones en la palabra poética. Por medio de su obra en Chile, Argentina y España, Darío realiza una tarea excepcional, que consolida el Modernismo como movimiento continental y se convierte en su síntesis más brillante, tanto en América como en España. En 1896 se edita Prosas Profanas, el libro de Darío que oficializa el Modernismo en Hispanoamérica.

Continuación: La segunda generación modernista. Consagrado Rubén Darío como jefe de la escuela del Modernismo, cuando ya los iniciadores habían muerto prematuramente, los escritores de esta segunda generación continuarían la obra con sus aportes personales. Ellos son, entre otros, Leopoldo Lugones, Ricardo Jaimes Freyre, Amado Nervo, y Julio Herrera y Reissig.

Características y Estilo

En sus comienzos, el estilo modernista fue muy recargado y estuvo dominado por los temas exóticos e indigenistas, pero con el tiempo se fue haciendo cada vez mas depurado y alcanzo expresiones de gran purismo lírico, como las rimas de Juan Ramón Jiménez.

Los temas preferidos por los poetas modernistas reflejaban el mundo antimista y subjetivo del autor, así como una atracción por lo original e insólito y cierta carga de melancolía.

El poeta sentía una absoluta necesidad de evadirse hacia paraísos idílicos y una gran añoranza del pasado mítico y legendario, sentimientos que solían acompañarse del culto por la belleza y lo erótico y del rechazo del mundo real.
Es muy frecuente la alusión de culturas lejanas, también los escritores de este movimiento se caracterizaban por su deseo de ser cosmopolitas y trascender la realidad en la cual vivían, esto los llevo a tomar imágenes tomadas de culturas exóticas, europeas, de Oriente o pertenecientes a otras épocas.

Para expresar sus preocupaciones y sentimientos, los modernistas recurrieron a una renovación formal y estilística, en la que eran frecuentes los símbolos, los giros complejos con palabras de gran sonoridad o la laberíntica combinación de las rimas de un amplio vocabulario metafórico, integrado por un amplio vocabulario metafórico, integrado por flores (loto, crisantemo, nenúfar), animales (cisne, ibis, cóndor), piedras preciosas, colores, ciudades exóticas y abundantes referencias a otras artes.

Rubén Darío

Nació en Metapa, Nicaragua, en el año 1867. Su verdadero nombre era Félix Rubén García Sarmiento.

Fue periodista y diplomático. Hasta 1898 vivió, publicó y actuó en Chile, Centroamérica y la Argentina. En 1898 viajó a España, y vivió en Francia y otros países de Europa.

Murió en León, Nicaragua, en 1916.

AMA TU RITMO


Ama tu ritmo y ritma tus acciones
bajo tu ley, así como tus versos;
eres un universo de universos
y tu alma una fuente de canciones.

La celeste unidad que presupones
hará brotar en ti mundos diversos,
y al resonar tus números dispersos
pitagoriza en tus constelaciones.

Escucha la retórica divina
del pájaro, del aire y la nocturna
irradiación geométrica adivina;

Mata la indiferencia taciturna
y engarza perla y perla cristalina
en donde la verdad vuelca su urna.

COMENTARIO:

De los poemas que leí de Rubén Darío este fue el que más me gustó, porque según mi percepción invita a las personas a que se amen así mismas tal como son, apreciarse por lo que son, ser felices, somos capaces de brillar, debemos centralizar nuestras ideas y hacer grandes cosas…. Apreciar la naturaleza que tenemos, acabar con la indiferencia ante la vida y sobre todo que nuestro himno sea siempre la verdad.
Esté poema es realmente inspirador, si uno le pone atención lo puede utilizar como parte de su vida, me recuerdo un poco a “Desiderata” de Arturo Benavides, que tienen un mensaje positivo para la humanidad impreso en su contenido.

Fuente consultada:

DIGAMOS NO A ESTA BARRABASADA DE ARZÚ


Considerado uno de los pulmones del Centro Histórico, el parque Enrique Gómez Carrillo guarda en su nueva belleza arquitectónica áreas verdes que permiten a sus visitantes tener un espacio de tranquilidad, en plena urbe.

Es por ello que autoridades de la comuna capitalina se han preocupado por dar mantenimiento e iluminación al lugar, donde a diario centenares de guatemaltecos transitan y descansan en sus bancas. Los trabajos consistieron en limpieza, poda y nueva jardinización.

Un poco de historia

Este parque recibió el nombre de Concordia hasta 1966, cuando el entonces Alcalde, Ramiro Ponce Monroy, lo cambió por el que lleva actualmente. Está ubicado entre la 5ª. y 6ª. avenida, y 14 y 15 calle de la zona 1.

Este parque fue de los primeros espacios abiertos trazados en la Nueva Guatemala de la Asunción por el arquitecto Marcos Ibáñez. Durante la gestión del Alcalde Fritz García-Gallont, fue remodelado y vuelto a inaugurar el 24 de abril de 2003.


Este artículo fue publicado el Ciudad de Guatemala, 13 de marzo de 2007.


Fuente consultada:




COMENTARIO PERSONAL:




En el centro histórico de Guatemala, hay muchos sitios para visitar que nos hacen recordar épocas de nuestra historia en la cual no existía tanta delincuencia como en la actualidad, uno de los lugares que más me gusta que esta siempre en la Zona 1 es el Museo Casa Mima, que aunque hay que cancelar Q20.00 para poder ingresar a ella vale la pena, es una belleza ver como era antes la vida, en el cuarto de los niños tienen una casa de muñecas con la que jugaba la niña de la casa y me sorprendió porque todo esta hecho en miniatura hasta de marca por ejemplo en el sanitario tiene una micro pasta dental Colgate o productos de belleza Lancome en el área de dormitorio de los padres.

Retomando el tema de lo que Arzú tiene planeado no me parece en absoluto, porque si bien es cierto que el TRANSMETRO ha beneficiado a muchas personas, también ha perjudicado a otras principalmente los que tienen vehículo propio pues se hace más tráfico.


El parque Concordia o como se llama actualmente Enrique Gómez Carrillo tiene su historia tal como se describe en el artículo del inicio de este post, ofrece un ambiente agradable para las personas que visitan el Centro Histórico, que lindo es sentarse en una banquita con los cuates o la familia comerse un heladito, conversar, reír y no se que más decir pero pues no… destruyan el parque.


No es posible que los lugares que aportan algo agradable a nuestro país sean destruidos y convertidos en Mercados Municipales, porque eso del TRANSMETRO es una excusa, primero, negocio de Arzú ya tiene para su vejez y hasta la de sus nietos, imagínense al día aproximadamente abordan este transporte unas 200,000 personas el costo del pasaje es de Q1.00 multiplíquenlo por los días de la semana o del mes esto nos da una gran suma de dinero y ahora ya son más usuarios porque hasta los buses del interior de la república tienen que recibir pasaje en esta Central de Transportes, segundo construyen el mercado, crean locales y los alquilan, nuevamente vemos que solo buscan el lucro no les interesa el bienestar de la sociedad en sí.


Factores que afectan (según el post. Del Lic. Morataya) y mi opinión.


a. Primero por el tema ecológico y medio ambiente.


Cierto, cuando hay un mercado la gente es más sucia, y no les importa tirar la basura en cualquier lugar, mientras que el parque ofrece un ambiente agradable, además desde que lo remodelaron quedó bien bonito, lo quieren destruir y hace poco tiempo invirtieron mucho dinero para mejorarlo.

b. Segundo por conservar nuestra historia y no olvidar como nos construimos como colectivo.


Cierto, cada estructura arquitectónica que conforma nuestro país debe ser considerada como patrimonio de nuestra cultura y cuidarlo para tener una historia como el país que somos.

c. Porque honra la memoria de un ser digno que puso en alto el nombre de Guatemala en el

mundo.


Si se lo merece por su record, Enrique Gómez Carrillo fue según la página de wikipedia:

Enrique Gómez Tible, más conocido como Enrique Gómez Carrillo (Ciudad de Guatemala, 27 de febrero de 1873 - París, 29 de noviembre de 1927) fue un crítico literario, escritor, periodista y diplomático guatemalteco. Autor de alrededor de ochenta libros, de géneros variados, destaca principalmente por sus crónicas, donde ejercita una prosa netamente modernista. Es notable también por su vida bohemia y viajera.


Como dice el Lic. Morataya, hay que firmar donde tenga que hacerse para que esto no ocurra, luchemos por conservar lo poco bueno que nos queda en Guatebuena.!!!!!!!!!!!!!!!!

LA LITERATURA VA PARA INTERNET



En la sociedad actual muchas cosas se han modernizado pasamos de televisores grandotes, a slim flit, luego a plasma y lo ve vendrá… y así, es un avance el que ha ido dando la tecnología que ha vuelto la comunicación mucho más fácil y accesible pues la mayoría de personas tienen acceso a ella, casi todos tenemos acceso a un computador ya sea de escritorio o portátil y el internet a venido a revolucionar el mercado, es muy fácil tenerlo y relativamente barato, este medio ha venido a hacernos más accesible la realización de muchas cosas que antes quizá eran imposibles.


Por supuesto La literatura ha visto una gran puerta con esta herramienta tan valiosa, la ventaja para los escritores de ahora es que para publicar sus ideas no es necesario contar con mucho dinero sino que crean un blog y con ello pueden tener un libro virtual el cual puede ver cualquier persona y leer su arte escrito si así lo considera conveniente. No se necesita andar pidiendo permiso para publicar sino simplemente quiero publicar x ó y texto, sea de cualquier índole, lo decido y lo subo al blog, y ya.


No sé si la literatura impresa vaya a desaparecer pero lo que sí es fijo la Literatura va para internet, es más ya está en internet… y hay que seguirlo haciendo porque la buena Literatura no solo la da la gente pudiente sino que cualquier persona puede hacerlo y darlo a conocer sin miedo al qué dirán. El artículo está muy bueno, y es muy objetivo y realista, pero previo a su publicación impresa si es que así lo hicieran, sería perfecto revisar la manera como está estructurada, ver si faltan signos de puntuación, tildes u otro signo, para que así todo el esfuerzo realizado para recopilar ese contenido sea publicado con calidad y nitidez.



Estuve leyendo sobre Humberto Ak´abal y Maya Cu...



En el caso de Ak´abal considero que su forma de escribir y de expresarse es muy particular, su concepción del mundo es diferente a la de los demás, por cierto lo hace con cierta nostalgia por la realidad que vivió en su momento, y escribe de una manera extraña no es sencillo comprender lo que quiere dar a entender.



Por otro lado Maya Cu, escribe, según mi percepción escribe sobre desamor, muerte, soledad, tristeza, no me imagino como es ella en la realidad porque cuando escribe paraciera que devora el papel y lápiz con sus poemas pues lo hace entregándose apasionadamente a cada obra, aunque sea algo triste, le pone un toque especial.



Pero en realidad la poesia no me gusta mucho, siempre me ha costado entender, comprender e interpretar lo que los autores plasman en sus obras, pues todo parace tan perfecto y a la vez complejo, prefiero los cuentos, fábulas, novelas (aunque me tomo mi tiempo para leerlas), etc.




De regreso a la aventura de la Literatura... bueno me llamo mucho la atención este cuento de la autora Ana María Rodas a continuación el mismo espero lo disfruten, a mi me pareció interesante.


Monja de clausura


Recuerdo que pegué la mejilla al muro frío, esperando que la voz de Raúl me dijera alguna singraciada de esas que se sueltan cuando uno está conciente de lo que hace. Afuera, las flores de la bugambilias hervían al sol. Reina, muy en su papel de guía explicaba por qué un susurro de aquella esquina llegaba perfectamente hasta esta otra, donde yo estaba esperando un ¿me escuchás? sin mayores consecuencias.
Oí un gemido y volví la cabeza. Raúl utilizaba las manos como bocina para pasarme un mensaje, tasajeado por dos o tres accesos de risa y pensé que me estaba tomando el pelo. Me acerqué de nuevo a la columna y esta vez, una serie entrecortada de gemidos y jadeos me erizó la piel, como cuando un hombre le pasa a una con suavidad los dedos por un pecho. El primer impulso fue retirarme, pero la sensualidad pudo más que el asombro y ajusté el torso a la columna, erizada de esquinas que vinieron a incrustárseme en el vientre.
En ese momento Sigrid dijo algo y su voz clara apagó los murmullos que bajaban por los muros. Diana ocupó mi lugar y caminé entre la tierra suelta del piso de la iglesia en ruinas, perpleja y excitada.
-Qué me dijiste, Raúl, que no logré entenderte?
-Puras babosadas.
-Vos te reías, me estabas tonteando. O no?
-No, me reí porque vos no contestaste. Si hubieras oído a lo mejor me habrías insultado.
-Por qué?
-No, por nada. Te dije algo en latín.
Reina se puso a hacer trazos en el polvo del suelo para explicar el porqué del milagro de la acústica inusual. A mí me pareció que iba a pronunciar encantamientos y aunque me acuclillé para escucharla, hice, con el pulgar y el índice, la señal de la cruz, como cuando era pequeña y la oscuridad de mi cuarto me hacía pensar en el diablo.
Me sujeté de los muslos. Mis compañeros escuchaban embelesados la historia de los costillares que atraviesan la bóveda, del aire que sube de la cripta. Yo quería levantarme y regresar al muro para sentir otra vez las delicias del deseo.
Llegaron unos turistas y tuvimos que seguir el recorrido. La grama del jardín, verde en época de lluvia, estaba seca y susurraba bajo nuestras pisadas. Serpiente hirviendo, pensé, y metí mis manos al agua de la fuente esperando hallarla fresca, pero el líquido, espeso por líquenes y algas, quemaba un poco menos que el aire del ambiente.
Raúl y Julio explicaban cómo era aquello del tormento por el agua.
-Te encerraban en ese espacio diminuto.
-Y te dejaban allí, bajo la gota perenne de agua. Día y noche.
-Durante semanas. Tal vez meses.
Me atreví a decir que eso parecía un cuento de hadas.
-No, era cierto. Y en el claustro de Capuchinas es donde mejor puede verse los nichos de tortura.
El sol caía a pico. Si hubiera levantado la vista, habría quedado enceguecida por algunos instantes. Paramos bajo un arco y la nuca de David me quedó cerca. Entre la temperatura y el olor que despedían su piel blanca, su ensortijado cabello negro, deseé estar de nuevo pegada a la pared susurrante de la iglesia. No aquí, a plena luz, maniatada por las convenciones. Encerrada para siempre entre las buenas costumbres. Atrapada. Para siempre. Empantanada en esta sensación de impotencia. Reprimida. Para siempre.
La ropa me envuelve desde el pelo, recortado malamente. Me sofoca, me apelmaza, me asfixia, machaca mi carne. Me constriñe hasta las puntas de los dedos, apretujados entre estos zapatos de hombre que ocultan mis pies blancos, delicados. Las flores del jardín, aprisionadas por raíces, son más libres que yo, que debo arrastrarme acompañada hasta ese corredor donde me espera la sombra. Del coro alto llega el sonido de un órgano que murmura cosas de Dios. Hierve, ronronea, silba y jadea bajo unas manos desconocidas, que imagino trenzadas con mis dedos. Suaves y estrujantes por momentos, alternando la caricia y la opresión. Entro al pasillo fresco y voy quedándome a la zaga del grupo. No aguanto más, me quito los zapatos y sintiendo la desfachatez del piso enlosado que va lamiendo las plantas de mis pies, me acerco al muro, a la columna esa, la prohibida, y froto contra ella los botones erguidos en las puntas de mis pechos, la hendidura quemante que llevo entre las piernas, esas piernas que se raspan con lo áspero de la tela, y me muero, entre gemidos y susurros, por sentir una vez, aunque sea una sola vez, la barba acariciante de un hombre que abra mis piernas y sepulte, entre esos labios, su lengua de serpiente larga y movediza.
Volví en mí con los calzones mojados y me dí cuenta que estaba prendida a la columna. Mis amigos me buscaban.
-Inés! Por dónde andás?
Bajé los escalones de la cripta para intentar serenarme. No quería que nadie viera mis mejillas rojas, delatantes. Pero mientras iba descendiendo, la lujuria se aposentó en mi cuerpo. Atrapada en la red de mis propias fantasías, enfebrecida, alucinada, me ví arrodillada para siempre ante un altar desde el cual me miraba de reojo, cómplice, un Cristo que agoniza eternamente clavado en una cruz. Me santigüé ligero y repetir el viejo ritual me dio un respiro. Yo era yo, la que en las noches se aferra con todas sus fuerzas al cuerpo delgado y blanco de David, para entender que los caminos de Dios son misteriosos, que el amor hace olvidar la finitud antes que el día vaya a incrustarse en el vientre último de la noche.
Siénteme ahora, con estos pechos cargados de deseo. ¿Quién va a atravesar esos muros, esos lienzos de negro terciopelo? ¿Quién va a atreverse a venir a la cita nocturna a esta columna, recia y dura como el ariete con que sueño? ¿Quién va a darle libertad a esa pez rojizo que navega por mi vientre?
Temblorosa, huí de la cripta. ¿Dónde vivían para siempre esas mujeres separadas del mundo? ¿Quién puede huír de sus deseos?
-Inés, dejá de jugar al escondite, ya estás vieja para eso!
Salí otra vez al sol y David se había sentado a encender un cigarrillo. Otra vez, su nuca excitante, peligrosa. Yo, construída a pedazos y junturas, luchando contra la carne, le pedí ayuda a Julio con los ojos. Me echó el brazo sobre el hombro, paternal y callado.
-Te perdiste toda la explicación de las torturas.
-Es muy sencilla, en realidad. Y no era tanto por castigar lo que se hacía, sino por sublimar los pensamientos.
-Nada de coger.
-Vos creés eso de la pobreza, obediencia y castidad?
-Ellos lo creían. Que lo hicieran o no, era otra cosa.
-Pero ellas?
-No les quedaba otro remedio.
Me paro frente al arco, ese arco que voy a atravesar para siempre. Detrás de él me esperan el silencio y el encierro. Ya no lloro. Sé que puedo regresar cada noche, en el sueño, al lugar donde sus ojos oscuros incendiaron mi piel. Con qué pasión observé, a la luz de aquella veladora, el oscurecido miembro erecto, recorrido por venas azuladas. Con qué mezcla de dolor y de deseo lo ví hundirse entre mi vientre. Con qué asombro y arrobo me asomé a su rostro redentor, mientras los cuerpos se azotaban contra el suelo. Salvada del agostamiento prematuro, del acartonamiento precoz, de la mustia castidad forzada. Profanación, pensé más tarde, cuando por mis piernas escurría la leche de su sexo. Y de nuevo mis pechos de irguieron en lo oscuro, recordando su boca. No he de amamantar a nadie más de hoy en adelante. Me espera el arco, ese que ahora voy a atravesar de una vez por todas, porque ya no habrá otro milagro.
Apoyada en el costado del arco, herida por aquellas sensaciones, contemplé los muros en ruinas, la hierba tostada, percibí el sonido de la fuente que espumaba y vibraba bajo el sol de cuaresma.
-¡Inés! Vení que vamos a tomar una cerveza. ¿Qué hacés ahí, pegada a esa pared?
-Escuchando, respondí, y a sabiendas de que jamás tendría libertad, atravesé el arco.


Que forma tan particular de escribir la de esta autora guatemalteca, que opinan...


“Foro Leyendas de Guatemala”

Leyendas: Narraciones transmitidas de generación en generación, orales o escritas, con elementos del mundo de la imaginación, magia, misterio y una pizca de realidad, Buscan entre sus fieles oyentes inmiscuirse en sus mentes y modificar así la realidad haciéndolas más verídicas.

El evento fue muy interesante, arrancó con una introducción espeluznante mencionando las diferentes leyendas que se manejan en Guatemala, tal es el caso de La Llorona, El Sombrerón, El Cadejo, Las Animas Benditas, La Tatuana, La Ciguanaba, etc.

Presentaron una leyenda escrita por Sabrina Marisabel Díaz Morales, compañera del Séptimo Semestre de Locución, llamada “La Vuelta del Chilero”, dicha narración parecía creíble aunque no del todo. Por cierto, me llamo la atención que al momento de recoger el premio de segundo lugar, por haber escrito dicha leyenda, lo hizo de muy mala manera como que no mucho le gusto el lugar que obtuvo… suerte para la próxima.

Luego que se puede decir … la conducción no lleno mis expectativas hubo demasiados errores para la experiencia que me imagino deben tener, especialmente la señorita que condujo, (por cierto sabe alguien como se llama), es que me quedo la duda porque al momento de presentarse no se le entendió muy bien. Y que decir de Joaquín Chapín, perdón el joven conductor del Séptimo Semestre, mínimo hizo su mejor esfuerzo, no estaba vendiendo productos de Elek..ra, era un evento de la Universidad, bien dicen que no hay que crear un solo estilo sino ser versátil y creativo, para no aburrir a la gente.

Y enfocándonos ya en lo que nos interesaba, que era aprender a través de tan excelentes profesionales como: El Licenciado Haroldo Rodas y La Doctora Gladis Tobar, (El Licenciado Celso Lara, no apareció probablemente tenía su agenda muy saturada, lástima porque sinceramente quería conocerlo, he escuchado que es un excelente narrador), El moderador estuvo acorde a cada situación que se fue generando, lo que no me gustó es que el muy lindo dirigiéndose al Lic. Rodas como “Haroldo”, digo que confiancita porque una cosa es que ya llegó al Séptimo, y otra que está a años luz de ser homónimo del Lic. Rodas, porque según lo que mencionaron tiene mucha experiencia y es un experto en la materia del Folklore Guatemalteco, el otro está todavía en el proceso pues también hay que saber respetar máximo en un evento de este tipo.

El Licenciado Rodas, explicó desde su punto de vista como visualiza las leyendas en el contexto nacional, mencionó que dirige un centro que se dedica a recopilar todo lo relativo al Folclore de nuestro país (leyendas, cuentos, costumbres, tradiciones, etc.).

La Doctora Tobar, muy linda por cierto, se paso durante todo el evento “perdone puedo agregar algo”… me causó gracia, pero he de reconocer que cada vez que opinaba algo era definitivamente importante y enriquecedor al tema que se expuso en tal evento. También contó la leyenda de pueblos antiguos, del cómo fue que a la hormiga le quedó la cintura tan pequeña, fue divertida.

Para mí, los dos panelistas estuvieron espectaculares cada uno dominaba perfectamente el tema y fue bastante satisfactorio poder escucharlos, es más ni siquiera se sintió el tiempo.

La ambientación, estuvo muy buena, la caracterización de cada uno de los personajes vueltos leyenda, lo hacía a uno sentirse en un ambiente agradable, aunque con un poco de miedo, porque uno se recordaba de anécdotas que le contaban los tíos, abuelitos u otros familiares. No soy muy fanática de este tipo de narración, porque tiendo a ponerle demasiada atención y luego me causa temor. Como dicen muchos no creo, pero tampoco dejo de creer…. Depende de la situación…

En conclusión, independientemente, de algunos aspectos que no me agradaron, el evento se desarrolló de buena forma, creo que lo más ayudo fue la calidad profesional de los panelistas. También felicitar a los compañeros del Séptimo Semestre de Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, porque sé que no es fácil llegar… y más difícil salir invicto de ella… hicieron un gran esfuerzo y creo que valió la pena porque el foro “Leyendas de Guatemala” fue un éxito, ¡Felicidades! Sigan adelante, todo esfuerzo tiene su recompensa.



Universidad San Carlos de Guatemala
Quinto Semestre Locución
Escuela de Ciencias de la Comunicación
Dirección y Producción:
Ana María Campos Sitún Carné 200715490
Marjorie Lizbeth Rueda Alegría Carné 200715563

El poema que escogimos para este video es de la autoría de Mario Benedetti llamado Hagamos Un Trato.
En la búsqueda de poemas este fue el que más nos gustó, así que trabajamos duramente en el para tratar de expresar la idea que el autor escribió, el cómo es valioso contar con una persona cuando uno se encuentra en problemas, saber que se tiene su apoyo en los momentos más difíciles, y que a esta persona le podemos llamar un amigo....


Nosotras elegimos un poema muy nice, del escritor uruguayo Mario Benedetti cuyo poema se titula “Hagamos un trato”.

Es un poema muy lindo en el cual propone a un ser amado que siempre estará allí para apoyarle, que sepa que la ama y que no por ello esta loco, e insiste que siempre puede contar con el sin importar las circunstancias que los rodeen. A continuación dicho poema.

Hagamos un trato

Compañera,
usted sabe
que puede contar conmigo,
no hasta dos o hasta diez
sino contar conmigo.

Si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos,
y una veta de amor
reconoce en los míos,
no alerte sus fusiles
ni piense que deliro;
a pesar de la veta,
o tal vez porque existe,
usted puede contar
conmigo.

Si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo,
no piense que es flojera
igual puede contar conmigo.

Pero hagamos un trato:
yo quisiera contar con usted,
es tan lindo
saber que usted existe,
uno se siente vivo;
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos,
aunque sea hasta cinco.

No ya para que acuda
presurosa en mi auxilio,
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

No queremos dar mas información con respecto al trabajo que realizaremos, porque queremos que sea una sorpresa para cada una de las personas que aprecien nuestro video.

CUENTOS, POEMAS Y RIMAS

AUTORES VARIOS
JORGE LUIS BORGES

Los dos reyes y los dos laberintos


Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó a construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribo sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: "Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso." Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con aquel que no muere.

JULIO CORTAZAR

La isla a mediodía

La primera vez que vio la isla, Marini estaba cortésmente inclinado sobre los asientos de la izquierda, ajustando la mesa de plástico antes de instalar la bandeja del almuerzo. La pasajera lo había mirado varias veces mientras él iba y venía con revistas o vasos de whisky; Marini se demoraba ajustando la mesa, preguntándose aburridamente si valdría la pena responder a la mirada insistente de la pasajera, una americana de las muchas, cuando en el óvalo azul de la ventanilla entró el litoral de la isla, la franja dorada de la playa, las colinas que subían hacia la meseta desolada. Corrigiendo la posición defectuosa del vaso de cerveza, Marini sonrió a la pasajera. «Las islas griegas», dijo. «Oh, yes, Greece», repuso la americana con un falso interés. Sonaba brevemente un timbre y el steward se enderezó sin que la sonrisa profesional se borrara de su boca de labios finos. Empezó a ocuparse de un matrimonio sirio que quería jugo de tomate, pero en la cola del avión se concedió unos segundos para mirar otra vez hacia abajo; la isla era pequeña y solitaria, y el Egeo la rodeaba con un intenso azul que exaltaba la orla de un blanco deslumbrante y como petrificado, que allá abajo sería espuma rompiendo en los arrecifes y las caletas. Marini vio que las playas desiertas corrían hacia el norte y el oeste, lo demás era la montaña entrando a pique en el mar. Una isla rocosa y desierta, aunque la mancha plomiza cerca de la playa del norte podía ser una casa, quizá un grupo de casas primitivas. Empezó a abrir la lata de jugo, y al enderezarse la isla se borró de la ventanilla; no quedó más que el mar, un verde horizonte interminable. Miró su reloj pulsera sin saber por qué; era exactamente mediodía.

A Marini le gustó que lo hubieran destinado a la línea Roma-Teherán, porque el paisaje era menos lúgubre que en las líneas del norte y las muchachas parecían siempre felices de ir a Oriente o de conocer Italia. Cuatro días después, mientras ayudaba a un niño que había perdido la cuchara y mostraba desconsolado el plato del postre, descubrió otra vez el borde de la isla. Había una diferencia de ocho minutos pero cuando se inclinó sobre una ventanilla de la cola no le quedaron dudas; la isla tenía una forma inconfundible, como una tortuga que sacara apenas las patas del agua. La miró hasta que lo llamaron, esta vez con la seguridad de que la mancha plomiza era un grupo de casas; alcanzó a distinguir el dibujo de unos pocos campos cultivados que llegaban hasta la playa. Durante la escala de Beirut miró el atlas de la stewardess, y se preguntó si la isla no sería Horos. El radiotelegrafista, un francés indiferente, se sorprendió de su interés. «Todas esas islas se parecen, hace dos años que hago la línea y me importan muy poco. Sí, muéstremela la próxima vez.» No era Horos sino Xiros, una de las muchas islas al margen de los circuitos turísticos. «No durará ni cinco años», le dijo la stewardess mientras bebían una copa en Roma. «Apúrate si piensas ir, las hordas estarán allí en cualquier momento, Gengis Cook vela.» Pero Marini siguió pensando en la isla, mirándola cuando se acordaba o había una ventanilla cerca, casi siempre encogiéndose de hombros al final. Nada de eso tenía sentido, volar tres veces por semana a mediodía sobre Xiros era tan irreal como soñar tres veces por semana que volaba a mediodía sobre Xiros. Todo estaba falseado en la visión inútil y recurrente; salvo, quizá, el deseo de repetirla, la consulta al reloj pulsera antes de mediodía, el breve, punzante contacto con la deslumbradora franja blanca al borde de un azul casi negro, y las casas donde los pescadores alzarían apenas los ojos para seguir el paso de esa otra irrealidad.

Ocho o nueve semanas después, cuando le propusieron la línea de Nueva York con todas sus ventajas, Marini se dijo que era la oportunidad de acabar con esa manía inocente y fastidiosa. Tenía en el bolsillo el libro donde un vago geógrafo de nombre levantino daba sobre Xiros más detalles que los habituales en las guías. Contestó negativamente, oyéndose como desde lejos, y después de sortear la sorpresa escandalizada de un jefe y dos secretarias se fue a comer a la cantina de la compañía donde lo esperaba Carla. La desconcertada decepción de Carla no lo inquietó; la costa sur de Xiros era inhabitable pero hacia el oeste quedaban huellas de una colonia lidia o quizá cretomicénica, y el profesor Goldmann había encontrado dos piedras talladas con jeroglíficos que los pescadores empleaban como pilotes del pequeño muelle. A Carla le dolía la cabeza y se marchó casi enseguida; los pulpos eran el recurso principal del puñado de habitantes, cada cinco días llegaba un barco para cargar la pesca y dejar algunas provisiones y géneros. En la agencia de viajes le dijeron que habría que fletar un barco especial desde Rynos, o quizá se pudiera viajar en la falúa que recogía los pulpos, pero esto último sólo lo sabría Marini en Rynos donde la agencia no tenía corresponsal. De todas maneras la idea de pasar unos días en la isla no era más que un plan para las vacaciones de junio; en las semanas que siguieron hubo que reemplazar a White en la línea de Túnez, y después empezó una huelga y Carla se volvió a casa de sus hermanas en Palermo. Marini fue a vivir a un hotel cerca de Piazza Navona, donde había librerías de viejo; se entretenía sin muchas ganas en buscar libros sobre Grecia, hojeaba de a ratos un manual de conversación. Le hizo gracia la palabra kalimera y la ensayó en un cabaret con una chica pelirroja, se acostó con ella, supo de su abuelo en Odos y de unos dolores de garganta inexplicables. En Roma empezó a llover, en Beirut lo esperaba siempre Tania, había otras historias, siempre parientes o dolores; un día fue otra vez a la línea de Teherán, la isla a mediodía. Marini se quedó tanto tiempo pegado a la ventanilla que la nueva stewardess lo trató de mal compañero y le hizo la cuenta de las bandejas que llevaba servidas. Esa noche Marini invitó a la stewardess a comer en el Firouz y no le costó que le perdonaran la distracción de la mañana. Lucía le aconsejó que se hiciera cortar el pelo a la americana; él le habló un rato de Xiros, pero después comprendió que ella prefería el vodka-lime del Hilton. El tiempo se iba en cosas así, en infinitas bandejas de comida, cada una con la sonrisa a la que tenía derecho el pasajero. En los viajes de vuelta el avión sobrevolaba Xiros a las ocho de la mañana; el sol daba contra las ventanillas de babor y dejaba apenas entrever la tortuga dorada; Marini prefería esperar los mediodías del vuelo de ida, sabiendo que entonces podía quedarse un largo minuto contra la ventanilla mientras Lucía (y después Felisa) se ocupaba un poco irónicamente del trabajo. Una vez sacó una foto de Xiros pero le salió borrosa; ya sabía algunas cosas de la isla, había subrayado las raras menciones en un par de libros. Felisa le contó que los pilotos lo llamaban el loco de la isla, y no le molestó. Carla acababa de escribirle que había decidido no tener el niño, y Marini le envió dos sueldos y pensó que el resto no le alcanzaría para las vacaciones. Carla aceptó el dinero y le hizo saber por una amiga que probablemente se casaría con el dentista de Treviso. Todo tenía tan poca importancia a mediodía, los lunes y los jueves y los sábados (dos veces por mes, el domingo).

Con el tiempo fue dándose cuenta de que Felisa era la única que lo comprendía un poco; había un acuerdo tácito para que ella se ocupara del pasaje a mediodía, apenas él se instalaba junto a la ventanilla de la cola. La isla era visible unos pocos minutos, pero el aire estaba siempre tan limpio y el mar la recortaba con una crueldad tan minuciosa que los más pequeños detalles se iban ajustando implacables al recuerdo del pasaje anterior: la mancha verde del promontorio del norte, las casas plomizas, las redes secándose en la arena. Cuando faltaban las redes Marini lo sentía como un empobrecimiento, casi un insulto. Pensó en filmar el paso de la isla, para repetir la imagen en el hotel, pero prefirió ahorrar el dinero de la cámara ya que apenas le faltaba un mes para las vacaciones. No llevaba demasiado la cuenta de los días; a veces era Tania en Beirut, a veces Felisa en Teherán, casi siempre su hermano menor en Roma, todo un poco borroso, amablemente fácil y cordial y como reemplazando otra cosa, llenando las horas antes o después del vuelo, y en el vuelo todo era también borroso y fácil y estúpido hasta la hora de ir a inclinarse sobre la ventanilla de la cola, sentir el frío cristal como un límite del acuario donde lentamente se movía la tortuga dorada en el espeso azul.

Ese día las redes se dibujaban precisas en la arena, y Marini hubiera jurado que el punto negro a la izquierda, al borde del mar, era un pescador que debía estar mirando el avión. «Kalimera», pensó absurdamente. Ya no tenía sentido esperar más, Mario Merolis le prestaría el dinero que le faltaba para el viaje, en menos de tres días estaría en Xiros. Con los labios pegados al vidrio, sonrió pensando que treparía hasta la mancha verde, que entraría desnudo en el mar de las caletas del norte, que pescaría pulpos con los hombres, entendiéndose por señas y por risas. Nada era difícil una vez decidido, un tren nocturno, un primer barco, otro barco viejo y sucio, la escala en Rynos, la negociación interminable con el capitán de la falúa, la noche en el puente, pegado a las estrellas, el sabor del anís y del carnero, el amanecer entre las islas. Desembarcó con las primeras luces, y el capitán lo presentó a un viejo que debía ser el patriarca. Klaios le tomó la mano izquierda y habló lentamente, mirándolo en los ojos. Vinieron dos muchachos y Marini entendió que eran los hijos de Klaios. El capitán de la falúa agotaba su inglés: veinte habitantes, pulpos, pesca, cinco casas, italiano visitante pagaría alojamiento Klaios. Los muchachos rieron cuando Klaios discutió dracmas; también Marini, ya amigo de los más jóvenes, mirando salir el sol sobre un mar menos oscuro que desde el aire, una habitación pobre y limpia, un jarro de agua, olor a salvia y a piel curtida.

Lo dejaron solo para irse a cargar la falúa, y después de quitarse a manotazos la ropa de viaje y ponerse un pantalón de baño y unas sandalias, echó a andar por la isla. Aún no se veía a nadie, el sol cobraba lentamente impulso y de los matorrales crecía un olor sutil, un poco ácido mezclado con el yodo del viento. Debían ser las diez cuando llegó al promontorio del norte y reconoció la mayor de las caletas. Prefería estar solo aunque le hubiera gustado más bañarse en la playa de arena; la isla lo invadía y lo gozaba con una tal intimidad que no era capaz de pensar o de elegir. La piel le quemaba de sol y de viento cuando se desnudó para tirarse al mar desde una roca; el agua estaba fría y le hizo bien; se dejó llevar por corrientes insidiosas hasta la entrada de una gruta, volvió mar afuera, se abandonó de espaldas, lo aceptó todo en un solo acto de conciliación que era también un nombre para el futuro. Supo sin la menor duda que no se iría de la isla, que de alguna manera iba a quedarse para siempre en la isla. Alcanzó a imaginar a su hermano, a Felisa, sus caras cuando supieran que se había quedado a vivir de la pesca en un peñón solitario. Ya los había olvidado cuando giró sobre sí mismo para nadar hacia la orilla.

El sol lo secó enseguida, bajó hacia las casas donde dos mujeres lo miraron asombradas antes de correr a encerrarse. Hizo un saludo en el vacío y bajó hacia las redes. Uno de los hijos de Klaios lo esperaba en la playa, y Marini le señaló el mar, invitándolo. El muchacho vaciló, mostrando sus pantalones de tela y su camisa roja. Después fue corriendo hacia una de las casas, y volvió casi desnudo; se tiraron juntos a un mar ya tibio, deslumbrante bajo el sol de las once.

Secándose en la arena, Ionas empezó a nombrar las cosas. «Kalimera», dijo Marini, y el muchacho rió hasta doblarse en dos. Después Marini repitió las frases nuevas, enseñó palabras italianas a Ionas. Casi en el horizonte, la falúa se iba empequeñeciendo; Marini sintió que ahora estaba realmente solo en la isla con Klaios y los suyos. Dejaría pasar unos días, pagaría su habitación y aprendería a pescar; alguna tarde, cuando ya lo conocieran bien, les hablaría de quedarse y de trabajar con ellos. Levantándose, tendió la mano a Ionas y echó a andar lentamente hacia la colina. La cuesta era escarpada y trepó saboreando cada alto, volviéndose una y otra vez para mirar las redes en la playa, las siluetas de las mujeres que hablaban animadamente con Ionas y con Klaios y lo miraban de reojo, riendo. Cuando llegó a la mancha verde entró en un mundo donde el olor del tomillo y de la salvia era una misma materia con el fuego del sol y la brisa del mar. Marini miró su reloj pulsera y después, con un gesto de impaciencia, lo arrancó de la muñeca y lo guardó en el bolsillo del pantalón de baño. No sería fácil matar al hombre viejo, pero allí en lo alto, tenso de sol y de espacio, sintió que la empresa era posible. Estaba en Xiros, estaba allí donde tantas veces había dudado que pudiera llegar alguna vez. Se dejó caer de espaldas entre las piedras calientes, resistió sus aristas y sus lomos encendidos, y miró verticalmente el cielo; lejanamente le llegó el zumbido de un motor.

Cerrando los ojos se dijo que no miraría el avión, que no se dejaría contaminar por lo peor de sí mismo, que una vez más iba a pasar sobre la isla. Pero en la penumbra de los párpados imaginó a Felisa con las bandejas, en ese mismo instante distribuyendo las bandejas, y su reemplazante, tal vez Giorgio o alguno nuevo de otra línea, alguien que también estaría sonriendo mientras alcanzaba las botellas de vino o el café. Incapaz de luchar contra tanto pasado abrió los ojos y se enderezó, y en el mismo momento vio el ala derecha del avión, casi sobre su cabeza, inclinándose inexplicablemente, el cambio de sonido de las turbinas, la caída casi vertical sobre el mar. Bajó a toda carrera por la colina, golpeándose en las rocas y desgarrándose un brazo entre las espinas. La isla le ocultaba el lugar de la caída, pero torció antes de llegar a la playa y por un atajo previsible franqueó la primera estribación de la colina y salió a la playa más pequeña. La cola del avión se hundía a unos cien metros, en un silencio total. Marini tomó impulso y se lanzó al agua, esperando todavía que el avión volviera a flotar; pero no se veía más que la blanda línea de las olas, una caja de cartón oscilando absurdamente cerca del lugar de la caída, y casi al final, cuando ya no tenía sentido seguir nadando, una mano fuera del agua, apenas un instante, el tiempo para que Marini cambiara de rumbo y se zambullera hasta atrapar por el pelo al hombre que luchó por aferrarse a él y tragó roncamente el aire que Marini le dejaba respirar sin acercarse demasiado. Remolcándolo poco a poco lo trajo hasta la orilla, tomó en brazos el cuerpo vestido de blanco, y tendiéndolo en la arena miró la cara llena de espuma donde la muerte estaba ya instalada, sangrando por una enorme herida en la garganta. De qué podía servir la respiración artificial si con cada convulsión la herida parecía abrirse un poco más y era como una boca repugnante que llamaba a Marini, lo arrancaba a su pequeña felicidad de tan pocas horas en la isla, le gritaba entre borbotones algo que él ya no era capaz de oír. A toda carrera venían los hijos de Klaios y más atrás las mujeres. Cuando llegó Klaios, los muchachos rodeaban el cuerpo tendido en la arena, sin comprender cómo había tenido fuerzas para nadar a la orilla y arrastrarse desangrándose hasta ahí. «Ciérrale los ojos», pidió llorando una de las mujeres. Klaios miró hacia el mar, buscando algún otro sobreviviente. Pero como siempre estaban solos en la isla, y el cadáver de ojos abiertos era lo único nuevo entre ellos y el mar.
Los testigos

Cuando le conté a Polanco que en mi casa había una mosca que volaba de espaldas, siguió uno de esos silencios que parecen agujeros en el gran queso del aire. Claro que Polanco es un amigo, y acabó por preguntarme cortésmente si estaba seguro. Como no soy susceptible le expliqué en detalle que había descubierto la mosca en la página 231 de Olver Twist, es decir que yo estaba leyendo Oliver Twist con puertas y ventanas cerradas, y que el levantar la vista justamente en el momento en que el maligno Sykes iba a matar a la pobre Nancy, vi tres moscas que volaban patas arriba. Lo que entonces dijo Polanco es totalmente idiota, pero no vale la pena transcribirlo sin explicar antes cómo pasaron las cosas.

Al principio a mí no me pareció tan raro que una mosca volara patas arriba si le daba la gana, porque aunque jamás había visto semejante comportamiento, la ciencia enseña que eso no es una razón para rechazar los datos de los sentidos frente a cualquier novedad. Se me ocurrió que a lo mejor el pobre animalito era tonto o tenía lesionados los centros de orientación y estabilidad, pero poco me bastó para darme cuenta de que esa mosca era tan vivaracha y alegre como sus dos compañeras que volaban con gran ortodoxia patas abajo. Sencillamente esta mosca volaba de espaldas, lo que entre otras cosas le permitía posarse cómodamente en el cielo raso; de tanto en tanto se acercaba y se adhería a él sin el menor esfuerzo. Como todo tiene su compensación, cada vez que se le antojaba descansar sobre mi caja de habanos se veía precisada a rizar el rizo, como tan bien traducen en Barcelona los textos ingleses de aviación, mientras sus dos compañeras se posaban como reinas sobre la etiqueta «made in Havana» donde Romeo abraza enérgicamente a Julieta. Apenas se cansaba de Shakespeare, la mosca despegaba de espaldas y revoloteaba en compañía de las otras dos formando esos dos insensatos que Pauwels y Bergier se obstinan en llamar brownianos. La cosa era extraña, pero a la vez tenía un aire curiosamente natural, como si no pudiera ser de otra manera; abandonando a la pobre Nancy en manos de Sykes (¿qué se puede hacer contra un crimen cometido hace un siglo?), me trepé al sillón y traté de lidiar más de cerca un comportamiento en el que rivalizaban lo supino y lo insólito. Cuando la señora Fotheringham vino a avisarme que la cena estaba servida (vivo en una pensión), le contesté sin abrir la puerta que bajaría en dos minutos y, de paso, ya que la tenía orientada en el tema temporal, le pregunté cuánto vivía una mosca. La señora Fotheringham, que conoce a sus huéspedes, me contestó sin la menor sorpresa que entre diez y quince días, y que no dejara enfriar el pastel de conejo. Me bastó la primera de las dos noticias para decidirme -esas decisiones son como el salto de la pantera- a investigar y a comunicar al mundo de la ciencia mi diminuto aunque alarmante descubrimiento.

Tal corno se lo conté después a Polanco, vi en seguida las dificultades prácticas. Vuele boca abajo o de espaldas, una mosca se escapa de cualquier parte con probada soltura aprisionada en un bocal e incluso en una caja de vidrio puede perturbar su comportamiento o acelerar su muerte. De los diez o quince días de vida, ¿cuántos le quedaba a este animalito que ahora flotaba patas arriba en un estado de gran placidez, a treinta centímetros de mi cara? Comprendí que si avisaba al Museo de Historia Natural, mandarían a algún gallego armado de una red que acabaría en un plaf con mi increíble hallazgo. Si la filmaba (Polanco hace cine, aunque con mujeres), corría el doble riesgo de que los reflectores estropeasen el mecanismo de vuelo de mi mosca, devolviéndolo en una de esas a la normalidad con enorme desencanto de Polanco, de mí mismo y hasta probablemente de la mosca, aparte de que los espectadores futuros nos acusarían sin duda de un innoble truco fotográfico. En menos de una hora (había que pensar que la vida de la mosca corría con una aceleración enorme si se la comparaba con la mía) decidí que la única solución era ir reduciendo poco a poco las dimensiones de mi habitación hasta que la mosca y yo quedáramos incluidos en un mínimo de espacio, condición científica imprescindible para que mis observaciones fuesen de una precisión intachable (llevaría un diario, tomaría fotos, etc.) y me permitieran preparar la comunicación correspondiente, no sin antes llamar a Polanco para que testimoniara tranquilizadoramente no tanto sobre el vuelo de la mosca como acerca de mi estado mental.

Abreviaré la descripción de los infinitos trabajos que siguieron, de la lucha contra el reloj y la señora Fotheringham. Resuelto el problema de entrar y salir siempre que la mosca estuviera lejos de la puerta (una de las otras dos se había escapado la primera vez, lo cual era una suerte; a la otra la aplasté implacablemente contra un cenicero) empecé a acarrear los materiales necesarios para la reducción del espacio, no sin antes explicarle a la señora Fotheringham que se trataba de modificaciones transitorias, y alcanzarle por la puerta apenas entornada sus ovejas de porcelana, el retrato de lady Hamilton y la mayoría de los muebles, esto último con el riesgo terrible de tener que abrir de par en par la puerta mientras la mosca dormía en el cielo raso o se lavaba la cara sobre mi escritorio. Durante la primera parte de estas actividades me vi forzado a observar con mayor atención a la señora Fotheringham que a la mosca, pues veía en ella una creciente tendencia a llamar a la policía, con la que desde luego no hubiese podido entenderme por un resquicio de la puerta. Lo que más inquietó a la señora Fotheringham fue el ingreso de las enormes planchas de cartón prensado, pues naturalmente no podía comprender su objeto y yo no me hubiera arriesgado a confiarle la verdad pues la conocía lo bastante como para saber que la manera de volar de las moscas la tenía majestuosamente sin cuidado; me limité a asegurarle que estaba empeñado en unas proyecciones arquitectónicas vagamente vinculadas con las ideas de Palladio sobre la perspectiva en los teatros elípticos, concepto que recibió con la misma expresión de una tortuga en circunstancias parecidas. Prometí además indemnizarla por cualquier daño, y unas horas después ya tenía instaladas las planchas a dos metros de las paredes y del cielo raso, gracias a múltiples prodigios de ingenio, "scotchtape" y ganchitos. La mosca no me parecía descontenta ni alarmada; seguía volando patas arriba, y ya llevaba consumida buena parte del terrón de azúcar y del dedalito de agua amorosamente colocados por mí en el lugar más cómodo. No debo olvidarme de señalar (todo era prolijamente anotado en mi diario) que Polanco no estaba en su casa, y que una señora de acento panameño atendía el teléfono para manifestarme su profunda ignorancia del paradero de mi amigo. Solitario y retraído como vivo, sólo en Polanco podía confiar; a la espera de su reaparición decidí continuar el estrechamiento del "habitat" de la mosca a fin de que la experiencia se cumpliera en condiciones óptimas. Tuve la suerte de que la segunda tanda de planchas de cartón fuera mucho más pequeña que la anterior, como puede imaginarlo todo propietario de una muñeca rusa, y que la señora Fotheringham me viera acarrearla e introducirla en mi aposento sin tomar otras medidas que llevarse una mano a la boca mientras con la otra elevaba por el aire un plumero tornasolado.

Preví, con el temor consiguiente, que el ciclo vital de mi mosca se estuviera acercando a su fin; aunque no ignoro que el subjetivismo vicia las experiencias, me pareció advertir que se quedaba más tiempo descansando o lavándose la cara, como si el vuelo la fatigara o la aburriera. La estimulaba levemente con un vaivén de la mano, para cerciorarme de sus reflejos, y la verdad era que el animalito salía como una flecha patas arriba, sobrevolaba el espacio cúbico cada vez más reducido, siempre de espaldas, y a ratos se acercaba a la plancha que hacía de cielo raso y se adhería con una negligente perfección que le faltaba, me duele decirlo, cuando aterrizaba sobre el azúcar o mi nariz. Polanco no estaba en su casa.

Al tercer día, mortalmente aterrado ante la idea de que la mosca podía llegar a su término en cualquier momento (era irrisorio pensar que me la encontraría de espaldas en el suelo, inmóvil para siempre e idéntica a todas las otras moscas) traje la última serie de planchas, que redujeron el espacio de observación a un punto tal que ya me era imposible seguir de pie y tuve que fabricarme un ángulo de observación a ras del suelo con ayuda de los almohadones y una colchoneta que la señora Fotheringham me alcanzó llorando. A esta altura de mis trabajos el problema era entrar y salir: cada vez había que apartar y reponer con mucho cuidado tres planchas sucesivas, cuidando no dejar el menor resquicio, hasta llegar a la puerta de mi pieza tras de la cual tendían a amontonarse algunos pensionistas. Por eso, cuando escuché la voz en el teléfono, solté un grito que él y su otorrinolaringólogo calificarían más tarde severamente. Inicié entonces un balbuceo explicativo, que Polanco cortó ofreciéndose a venir inmediatamente a casa, pero como los dos y la mosca no íbamos a caber en un pequeño espacio, entendí que primero tenía que ponerlo en conocimiento de los hechos para que más tarde entrara como único observador y fuera testigo de que la mosca podía estar loca, pero yo no. Lo cité en el café de la esquina de su casa, y ahí, entre dos cervezas, le conté.

Polanco encendió la pipa y me miró un rato. Evidentemente estaba impresionado, y hasta se me ocurre que un poco pálido. Creo haber dicho ya que al comienzo me preguntó cortésmente si yo estaba seguro de lo que le decía. Debió convencerse, porque siguió fumando y meditando, sin ver que ya no quería perder tiempo (¿y si ya estaba muerta, y si ya estaba muerta?) y que pagaba las cervezas para decidirlo de una vez por todas.

Como no se decidía me encolericé y aludí a su obligación moral de secundarme en algo que sólo sería creído cuando hubiera un testigo digno de fe. Se encogió de hombros, como si de pronto hubiera caído sobre él una abrumadora melancolía.

-Es inútil, pibe -me dijo al fin-. A vos a lo mejor te van a creer aunque yo no te acompañe. En cambio a mí...

-¿A vos? ¿Y por qué no te van a creer a vos?

-Porque es todavía peor, hermano -murmuró Polanco-. Mirá, no es normal ni decente que una mosca vuele de espaldas. No es ni siquiera lógico si vamos al caso.

-¡Te digo que vuela así! -grité, sobresaltando a varios parroquianos.

-Claro que vuela, así. Pero en realidad esa mosca sigue volando como cualquier mosca, sólo que le tocó ser la excepción. Lo que ha dado media vuelta es todo el resto -dijo Polanco-. Ya te podés dar cuenta de que nadie me lo va a creer, sencillamente porque no se puede demostrar y en cambio la mosca está ahí bien clarita. De manera que mejor vamos y te ayudo a desarmar los cartones antes de que te echen de la pensión, no te parece.


GUSTAVO ADOLFO BEQUER Y SUS RIMAS

1.

Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de este himno
cadencias que el aire dilata en la sombras.

Yo quisiera escribirlo, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarlo, y apenas, ¡Oh hermosa!
pudiera al oído, contártelo a solas.

2.

Como la brisa que la sangre orea
sobre el oscuro campo de batalla,
cargada de perfumes y armonías
en el silencio de la noche vaga;

Símbolo del dolor y la ternura,
del bardo inglés en el horrible drama,
la dulce Ofelia, la razón perdida
cogiendo flores y cantando pasa.


3.

Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en la rama
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!

¡Ay! -pensé-, ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: “Levántate y anda”!

4.

Besa el aura que gime blandamente
las leves ondas que jugando riza
el sol besa a la nube de occidente
y de púrpura y oro la matiza.
la llama en derredor del tronco ardiente
por besar a otra llama se desliza.
y hasta el sauce inclinándose a su peso
al río que lo besa, vuelve un beso.

5.

Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman
el cielo se deshace en rayos de oro
la tierra se estremece alborozada
Oigo flotando en olas de armonía
rumor de besos y batir de alas,
mis párpados se cierran... ¿Qué sucede?
¿Dime?... ¡Silencio!... ¿Es el amor que pasa?

6.

Tu pupila es azul, y cuando ríes,
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.

Tu pupila es azul, y cuando lloras,
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.

Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea
me parece, en el cielo de la tarde,
¡Una perdida estrella!

7.

Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto… la he visto y me ha mirado...
¡Hoy creo en Dios!

8.

Cuando sobre el pecho inclinas
la melancólica frente,
una azucena tronchada
me preces.

Porque al darte la pureza,
de que es símbolo celeste,
como a ella te hizo Dios
de oro y de nieve.

9.

Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que al alma que hablar puede con los ojos,
también puede besar con la mirada.

10.

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila, tu pupila azul.
¿Que es poesía?, Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.


PABLO NERUDA

LA REINA


Yo te he nombrado reina.
Hay más altas que tú, más altas.
Hay más puras que tú, más puras.
Hay más bellas que tú, hay más bellas.
Pero tú eres la reina.

Cuando vas por las calles,
nadie te reconoce.
Nadie ve tu corona de cristal, nadie mira
la alfombra de oro rojo
que pisas donde pasas,
la alfombra que no existe.

Y cuando asomas
suenan todos los ríos
en mi cuerpo, sacuden
el cielo las campanas,
y un himno llena el mundo.

Sólo tú y Yo,
sólo tú y yo, amor mío,
lo escuchamos.

EL INCONSTANTE

Los ojos se me fueron
detrás de una morena que pasó.

Era de nácar negro,
era de uvas moradas,
y me azotó la sangre
con su cola de fuego.

Detrás de todas
me voy.

Pasó una clara rubia
como una planta de oro
balanceando sus dones.
Y mi boca se fue
como una ola
descargando en su pecho
relámpagos de sangre.

Detrás de todas
me voy.

Pero a ti, sin moverme,
sin verte, tú distante,
van mi sangre y mis besos,
morena y clara mía,
alta y pequeña mía,
ancha y delgada mía,
mi fea, mi hermosura,
hecha de todo el oro
y de toda la plata,
hecha de todo el trigo
y de toda la tierra,
hecha de toda el agua
de las olas marinas,
hecha para mis brazos,
hecha para mis besos,
hecha para mi alma.

AUSENCIA

Apenas te he dejado,
vas en mí, cristalina
o temblorosa,
o inquieta, herida por mí mismo
o colmada de amor, como cuando tus ojos
se cierran sobre el don de la vida
que sin cesar te entrego.

Amor mío,
nos hemos encontrado
sedientos y nos hemos
bebido toda el agua y la sangre,
nos encontramos
con hambre
y nos mordimos
como el fuego muerde,
dejándonos heridas.

Pero espérame,
guárdame tu dulzura.
Yo te daré también
una rosa.

EL CÓNDOR

Yo soy el cóndor, vuelo
sobre ti que caminas
y de pronto en un ruedo
de viento, pluma, garras,
te asalto y te levanto
en un ciclón silbante
de huracanado frío.

Y a mi torre de nieve,
a mi guarida negra
te llevo y sola vives,
y te llenas de plumas
y vuelas sobre el mundo,
inmóvil, en la altura.

Hembra cóndor, saltemos
sobre esta presa roja,
desgarremos la vida
que pasa palpitando
y levantemos juntos
nuestro vuelo salvaje.

LA PRÓDIGA

Yo te escogí entre todas las mujeres
para que repitieras
sobre la tierra
mi corazón que baila con espigas
o lucha sin cuartel cuando hace falta.

Yo te pregunto, ¿Dónde está mi hijo?

No me esperaba en ti, reconociéndome,
Y diciéndome: "Llámame para salir sobre la tierra.
Y continuar tus luchas y tus cantos"

¡Devuélveme a mi hijo!

Lo has olvidado en las puertas
del placer, oh pródiga enemiga,
has olvidado que viniste a esta cita,
la más profunda, aquella
en que los dos, unidos, seguiremos hablando
por su boca, amor mío,
ay, todo aquello que no alcanzamos a decirnos.

Cuando yo te levanto en una ola
de fuego y sangre, y se duplica
la vida entre nosotros, acuérdate,
que alguien nos llama
como nadie jamás nos ha llamado
y que no respondemos
y nos quedamos solos y cobardes
ante la vida que negamos.

Pródiga,
abre las puertas,
y que en tu corazón
el nudo ciego
se desenlace y vuele
con tu sangre y la mía
por el mundo!



LAS MUCHACHAS

Muchachas que buscabais
el gran amor, el gran amor terrible,
qué ha pasado, muchachas?

Tal vez
el tiempo, el tiempo!

Porque ahora,
aquí está, ved cómo pasa
arrastrando las piedras celestes,
destrozando las flores y las hojas,
con un ruido de espumas azotadas
contra todas las piedras de tu mundo,
con un olor de esperma y de jazmines,
junto a la luna sangrienta!

Y ahora
tocas el agua con tus pies pequeños,
con tu pequeño corazón
y no sabes qué hacer!

Son mejores
ciertos viajes nocturnos,
ciertos departamentos,
ciertos divertidísimos paseos,
ciertos bailes sin mayor consecuencia
que continuar el viaje!

Muérete de miedo o de frío,
o de duda,
que yo con mis grandes pasos
la encontraré,
dentro de ti
o lejos de ti,
y ella me encontrará,
la que no temblará frente al amor,
la que estará fundida conmigo
en la vida o la muerte!

MARIO BENEDETI

Hagamos un trato

Compañera,
usted sabe
que puede contar conmigo,
no hasta dos o hasta diez
sino contar conmigo.

Si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos,
y una veta de amor
reconoce en los míos,
no alerte sus fusiles
ni piense que deliro;
a pesar de la veta,
o tal vez porque existe,
usted puede contar
conmigo.

Si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo,
no piense que es flojera
igual puede contar conmigo.

Pero hagamos un trato:
yo quisiera contar con usted,
es tan lindo
saber que usted existe,
uno se siente vivo;
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos,
aunque sea hasta cinco.

No ya para que acuda
presurosa en mi auxilio,
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

Táctica y estrategia

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible.

mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme con vos.

mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos.

Mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple.

Mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

Viceversa

Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte
tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte.

Tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte
o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

ARCOIRIS

A veces
por supuesto
usted sonríe
y no importa lo linda
o lo fea
lo vieja
o lo joven
lo mucho
o lo poco
que usted realmente
sea.

sonríe
cual si fuese
una revelación
y su sonrisa anula
todas las anteriores
caducan al instante
sus rostros como máscaras
sus ojos duros frágiles
como espejos en óvalo
su boca de morder
su mentón de capricho
sus pómulos fragantes
sus párpados
su miedo.

sonríe
y usted nace
asume el mundo
mira
sin mirar
indefensa
desnuda
transparente.

y a lo mejor
si la sonrisa viene
de muy
de muy adentro
usted puede llorar
sencillamente
sin desgarrarse
sin deseperarse
sin convocar la muerte
ni sentirse vacía.

llorar
sólo llorar

entonces su sonrisa
si todavía existe
se vuelve un arco iris.


JOSE MARTÍ

A ENMA


No sientas que te falte
el don de hablar que te arrebata el cielo,
no necesita tu belleza esmalte
ni tu alma pura más extenso vuelo.

No mires, niña mía,
en tu mutismo fuente de dolores,
ni llores las palabras que te digan
ni las palabras que te faltan llores.

Si brillan en tu faz tan dulces ojos
que el alma enamorada se va en ellos,
no los nublen jamás tristes enojos,
que todas las mujeres de mis labios,
no son una mirada de tus ojos...


CON LA PRIMAVERA

Con la primavera
viene la canción,
La tristeza dulce
y el galante amor.

Con la primavera
viene una ansiedad
de pájaro preso
que quiere volar.

No hay cetro más noble
que el de padecer:
sólo un rey existe:
El muerto es el rey.

ARBOL DE MI ALMA


Como un ave que cruza el aire claro
Siento hacia mí venir tu pensamiento
Y acá en mi corazón hacer su nido.
Ábrese el alma en flor: tiemblan sus ramas
Como los labios frescos de un mancebo
En su primer abrazo a una hermosura:
Cuchichean las hojas: tal parecen
Lenguaraces obreras y envidiosas,
A la doncella de la casa rica
En preparar el tálamo ocupadas:
Ancho es mi corazón, y es todo tuyo:
Todo lo triste cabe en él, y todo
Cuanto en el mundo llora, y sufre, y muere!
De hojas secas, y polvo, y derruidas
Ramas lo limpio: bruño con cuidado
Cada hoja, y los tallos: de las flores
Los gusanos del pétalo comido
Separo: oreo el césped en contorno
Y a recibirte, oh pájaro sin mancha
Apresto el corazón enajenado!

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

A su retrato


Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;

Éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,

Es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.


Al que ingrato me deja, busco amante

Prosigue el mismo asunto y determina
que prevalezca la razón contra el gusto
Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor hallo diamante;
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata
y mato a quien me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo:
si ruego aquél, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo por mejor partido escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que de quien no me quiere, vil despojo.

En la vida que siempre tuya fue

Convaleciente de una enfermedad grave,
discreta con la señora virreina, marquesa de Mancera,
atribuyendo a su mucho amor aún su mejoría en morir.

En la vida que siempre tuya fue,
Laura divina, y siempre lo será,
la Parca fiera, que en seguirme da,
quiso asentar por triunfo el mortal pie.

Yo de su atrevimiento me admiré,
que si debajo de su imperio está,
tener poder no puede en ella ya,
pues del suyo contigo me libré.

Para cortar el hilo que no hiló,
la tijera mortal abierta vi.
-¡Ay, parca fiera! -dije entonces yo-.

Mira que sola Laura manda aquí.
Ella corrida al punto se apartó.
Y dejome vivir sólo por ti.

OCTAVIO PAZ

El pájaro

En el silencio transparente
el día reposaba:
la transparencia del espacio
era la transparencia del silencio.
La inmóvil luz del cielo sosegaba
el crecimiento de las yerbas.
Los bichos de la tierra, entre las piedras,
bajo la luz idéntica, eran piedras.
El tiempo en el minuto se saciaba.
En la quietud absorta
se consumaba el mediodía.

Y un pájaro cantó, delgada flecha.
Pecho de plata herido vibró el cielo,
se movieron las hojas,
las yerbas despertaron...
Y sentí que la muerte era una flecha
que no se sabe quién dispara
y en un abrir los ojos nos morimos.

Salvas

Torre de muros de ámbar,
solitario laurel en una plaza de piedra,
golfo imprevisto,
sonrisa en un oscuro pasillo,
andar de río que fluye entre palacios,
dulce cometa que me ciega y se aleja...

Puente bajo cuyos arcos corre siempre la vida.

Silencio

Así como del fondo de la música
brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.



ALFONSINA STORNI

¡Adiós!

Las cosas que mueren jamás resucitan,
las cosas que mueren no tornan jamás.
¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda
es polvo por siempre y por siempre será!

Cuando los capullos caen de la rama
dos veces seguidas no florecerán...
¡Las flores tronchadas por el viento impío
se agotan por siempre, por siempre jamás!

¡Los días que fueron, los días perdidos,
los días inertes ya no volverán!
¡Qué tristes las horas que se desgranaron
bajo el aletazo de la soledad!

¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas,
las sombras creadas por nuestra maldad!
¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que así se nos van!

¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!...
-de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!...
¡Que todo el que llegue se muera al tocarte,
corazón maldito que inquietas mi afán!

¡Adiós para siempre mis dulzuras todas!
¡Adiós mi alegría llena de bondad!
¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que no vuelven más!...

La caricia perdida

Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?

DOLOR


Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar...

Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.


OLIVERIO GIRONDO

SIESTA
Un zumbido de moscas anestesia la aldea.
El sol unta con fósforo el frente de las casas,
y en el cauce reseco de las calles que sueñan
deambula un blanco espectro vestido de caballo.
Penden de los balcones racimos de glicinas
que agravan el aliento sepulcral de los patios
al insinuar la duda de que acaso estén muertos
los hombres y los niños que duermen en el suelo.
La bondad soñolienta que trasudan las cosas
se expresa en las pupilas de un burro que trabaja
y en las ubres de madre de las cabras que pasanc
on un son de cencerros que, al diluirse en la tarde,
no se sabe si aún suena o ya es sólo un recuerdo.
¡Es tan real el paisaje que parece fingido!

¡TODO ERA AMOR!

¡Todo era amor... amor!

No había nada más que amor.

En todas partes se encontraba amor.No se podía hablar más que de amor.Amor pasado por agua, a la vainilla,amor al portador, amor a plazos.Amor analizable, analizado.Amor ultramarino.Amor ecuestre.Amor de cartón piedra, amor con leche...lleno de prevenciones, de preventivos;lleno de cortocircuitos, de cortapisas.Amor con una gran M, con una M mayúscula,chorreado de merengue,cubierto de flores blancas...Amor espermatozoico, esperantista.Amor desinfectado, amor untuoso...Amor con sus accesorios, con sus repuestos;con sus faltas de puntualidad, de ortografía;con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.Amor que incendia el corazón de los orangutanes,de los bomberos.Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas,que arranca los botones de los botines,que se alimenta de encelo y de ensalada.Amor impostergable y amor impuesto.Amor incandescente y amor incauto.Amor indeformable. Amor desnudo.Amor amor que es, simplemente, amor.Amor y amor... ¡y nada más que amor!

¿DÓNDE?

¿Me extravié en la fiebre?¿Detrás de las sonrisas?¿Entre los alfileres?¿En la duda?¿En el rezo?¿En medio de la herrumbre?¿Asombrado a la angustia,al engaño,a lo verde?No estaba junto al llanto,junto a lo despiadado,por encima del asco,adherido a la ausencia,mezclado a la ceniza,al horror,al delirio.No estaba con mi sombra,no estaba con mis gestos,más allá de las normas,más allá del misterio,en el fondo del sueño,del eco,del olvido.No estaba.¡Estoy seguro!No estaba.Me he perdido.

COMENTARIO PERSONAL: En realidad que excelentes estas obras (poemas, cuentos, rimas) de los autores arriba citados, me encantaron los poemas especialmente los de Benedetti, que linda su forma de escribir.


FUENTES CONSULTADAS

http://www.ciudadseva.com/bdcs/bibpoe.htm

http://www.poemas-del-alma.com/g.html

http://www.los-poetas.com/e/giro1.htm#¡TODO%20ERA%20AMOR!